viernes, marzo 08, 2013

Mudarse a la Argentina: no para principiantes

Cambiar de hogar siempre demanda bastante energía y si ese cambio implica un traslado de muchos kilómetros la operación se complica. Hace 11 meses salimos con mi esposo de nuestro entonces departamento en Barcelona para emprender el viaje a la Patagonia argentina. Para mayor diversión decidimos llevar todas nuestras pertenencias en un contenedor que supuestamente tardaría menos de un mes en llegar al puerto de Buenos Aires. En los últimos 15 años vividos en España he tenido 9 direcciones diferentes. Mi padre me decía que llevaba una vida nómade. Desde su punto de vista eso era cierto. Yo simplemente iba a vivir en otra ciudad o otro barrio para probar algo nuevo. Cada una de esas mudanzas la hice por una razón fundada y me sirvió para sumar otra experiencia y aprender. Como esta última, nada más y nada menos hacia la Patagonia. Menos mal que tenía cierto know-how para enfrentarme  a la que sería la mudanza más larga y agotadora de mi vida, por lo menos de esta. Las ganas de moverme con todas mis cosas se me han ido por completo viviendo esta primera odisea en Sudamérica. No digo que jamás me volvería a mudar pero entonces sería con la comodidad de 2 bolsos de viaje. No pienso embalar esos objetos nunca más.
Primero se embaló todo en Barcelona preparando incluso la detallada lista de empaque sellada por el consulado argentino y se cargó en el contenedor. Más tarde de lo esperado llegó ese contenedor a su destino final: San Lorenzo, ciudad natal de mi esposo. Ahí se descargó y se apiló todo en el galpón del gimnasio de un amigo, donde pensábamos sacarlo a los dos meses para el trayecto final hacia el sur. Bueno, al mes cae una tormenta que saca a la luz la falta de mantenimiento del precario techo del galpón. Resultado: una especie de catarata que mojó el 80% de las cajas con libros, discos y ropa. Tremenda faena para secar todo y un mal rato para digerir las pérdidas materiales irrecuperables. Uno piensa que funciona dar golpes o pegar patadas a las cajas para descargar la rabia del momento, pero puedo dar testimonio de que sólo sirve para lesionarte la mano. Primera pregunta importante: ¿cuánta importancia voy a dar a este material si pongo mi estado anímico en la otra escala de la balanza? Nos situamos en San Lorenzo, una ciudad histórica ubicada en pleno cordón industrial de la provincia de Santa Fe a orillas del Paraná. Con más de una tormenta y la humedad rondando el 90%, el agua hacía estragos y dejaba sus huellas en muebles y en nuestro ánimo. Prefiero no recordar cuántas veces se movieron todas las cosas intentando evitar el inevitable destrozo. Siete meses largos en el clima santafesino en vez de los dos deseados... sólo viviéndolo se entiende el esfuerzo. Entre tormenta y tormenta viajamos en primavera con casilla rodante al sur en búsqueda de nuestro próximo hogar. Una aventura inolvidable: ir de lo feo a lo lindo, de lo gris industrial al verde natural, del aire pesado al aire puro, y sobre todo del punto intermedio al destino final. Vuelta a finales de octubre para trabajar con Sutty Design en Expopuerto.
Finalmente se concretó la fase final en diciembre: cargar todo en un camión y viajar unos 1700 kilómetros hasta San Martín de los Andes. Elegimos vivir en una pequeña ciudad montañosa que se encuentra dentro del Parque Nacional Lanín. Ya en noviembre movimos cajas y muebles de galpón 1 a galpón 2, detrás de la casa que alquilamos en el centro de San Lorenzo. Cuando llegó el famoso día, viernes 7 de diciembre, el camión no pintó a la hora acordada ni más tarde tampoco. ¡Ni vino ni avisó! Esto era para no creerlo, aunque después de tantos obstáculos por el camino uno ya se limitaba a suspirar y enseguida buscar la solución. En cuatro horas récord se concretó otro transporte y a las 4 de la tarde se comenzó a mover todo. A las 7 terminamos la carga y una hora más tarde ya entregamos las llaves de la casa. Siguiente parada: casa Kloster donde enganchamos nuestra casilla y brindamos con los amigos por los buenos ratos compartidos y los mejores momentos que están por venir. De ahí pasamos por casa de mi suegra para despedirnos y a las 23:30 salimos por fin de la ciudad, casilla rodante enganchada para round 2. Llegamos hasta Rufino donde paramos a eso de las 03.00 en una estación de servicio buscando un lugarcito entre una decena de camiones que ya se estacionaron para pasar la noche. Despertador a las 09:00, aseo rápido y vuelta a la carretera. Nuestra meta era llegar a San Martín de los Andes el domingo sobre las 4 de la tarde para coincidir con la llegada del camión. Para ello tuvimos que meterle pata y descansar lo justo, tomando RedBull y Cafespirina. Sin ponernos en peligro, claro. Y así cumplimos con el horario: nos dirigimos a las bauleras contratadas y cuando llegamos el amigo camionero (Pablo) acababa de colocar su enorme vehículo con acoplado de manera impecable para descargar. En dos horas se realizó el pesado trabajo, nos despedimos de Pablo y terminamos en el camping Amigos de la Naturaleza. ¡¡Por fin llegamos!! Todavía faltaban 2 semanas - que al final se convirtieron en 5 - para entrar en nuestra casa y realizar la última parte de esta mudanza transatlántica.
Cruzar el globo en diagonal de norte a sur, de Europa a Sudamérica, de distancias cortas a dimensiones enormes, de una burocracia a otra, de experiencia social en experiencia social. Sin duda hay incontables personas que se mudan de Europa a Sudamérica con fluidez y sin tantos contratiempos, más aun cuando se trata de expats que no se tienen que encargar personalmente de la operación. Hacerlo por tu cuenta requiere de algo más de energía y de mucho ánimo. Si realmente se quiere, se puede. Principiante o experto, hay que armarse de valor... y dar el primer paso.

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